sábado, 26 de marzo de 2016

La incompetencia de reconocer burbujas en nuestro actual modelo económico.

¿Recordamos el origen de la primer burbuja económica en la historia? Esta se vivió en Holanda en el siglo XVIII, cuando los habitantes de ese país pagaban cantidades exorbitantes por los bulbos de la bella flor de Tulipán, la cual representaba status social y se le consideraba la mejor inversión, pues  escalaba precios cada vez más altos y se tenía el mismo panorama para los años venideros. La gente enloquecía, e incluso llegó a invertir los ahorros de toda su vida o a vender sus casas por obtener un sólo  bulbo en la cima de la burbuja; error que lamentarían con el violento estallido, cuando el pánico se apoderó de las personas de toda clase social, y no hubo más compradores en un mercado donde vendedores exigían precios ahora irracionales para las masas. Por lo que la inevitable quiebra puso fin a la edad de oro de Holanda, siendo barrida por la pobreza.
Por obvias razones de ser la primer burbuja, pueden eximirse de culpa a los holandeses por no detectarla, sin embargo, lejos de haber terminado, desde la primer burbuja económica registrada en la historia, llegaron a aparecer un sin número en diferentes épocas y en diferentes latitudes, incluso hasta nuestros tiempos, catalogándose por muchos como un misterio.
Lo cierto es que el patrón histórico ha sido muy similar, ya que el gran crecimiento económico en diversas ocasiones ha sido acompañado del impulso por el efecto riqueza de las burbujas económicas basadas en endeudamiento, normalmente identificadas por un impulso en el activo en cuestión que es incluso mayor al de la misma economía.
Enfatizando que este efecto riqueza del alza de precios no sólo beneficia a los especuladores que buscan obtener una rentabilidad en los diversos activos, si no también a los sectores económicos, propiciando crecimiento vía endeudamiento del crédito barato.
Hoy en día es importante señalar que el crecimiento de una economía debe basarse en la sostenibilidad de cómo se hace, más allá de sólo concentrarse en qué porcentaje crece el PIB y la comparación con otros países, que por supuesto la clase política presume. Por lo que es indispensable considerar bajo qué costo social y ambiental se hace dicho crecimiento así como las implicaciones en el futuro.
Se puede decir que existen dos maneras de crecimiento. Uno es bajo la economía de libre mercado donde en base al ahorro se invierte con visión a la apertura económica de negocios y se origina una subsecuente rentabilidad que permite planificar en el largo plazo. La segunda forma que tenemos es la manera artificial, impulsada por políticas que obligan al estímulo de la demanda interna, es decir el gasto, el consumo y el sobreendeudamiento; un sistema que no está por demás decir, define ganadores y perdedores por su naturaleza al estar en el lado correcto en la manipulación de las tasas de interés.
Todo esto se debe a que las teorías de origen Keynesianas, tuvieron mayor empuje después de la gran depresión en los años 30 y determinan que el crecimiento es hacer más de lo mismo una y otra vez o el método artificial mencionado; inflando activos indirecta y directamente en el camino, sin antes haberse detenido a pensar que esto es el principal  catalizador de los auges y colapsos.
Considerando que la economía se basaría en el gasto, el consumo y el endeudamiento, el PIB sólo toma en cuenta un tercio de todo lo que la economía realmente produce, pues está orientado a calcular la producción de bienes y servicios en la etapa final de consumo con un horizonte de corto plazo.
Resaltando que el diseño del PIB se hizo para reflejar buena salud, siempre y cuando avanzara de forma vertical independientemente de otras variables importantes y para cuantificar los resultados de estas otras variables que no son contempladas se crearon medidas alternativas al PIB, que hasta la fecha se siguen debatiendo sus propias limitantes de cada una.
El mismo problema ocurre con el método para el cálculo de la inflación en el Índice de Precios al Consumidor, que únicamente contempla una canasta básica de bienes previamente seleccionados, y si en general los precios de estos bienes más próximos al consumo del ciudadano reportan un incremento fuera de los parámetros establecidos, se le conoce como inflación. Pero caso distinto sucede cuando los precios de bienes de consumo duraderos o activos como, autos, arte, casas, acciones etcétera, sufren el mismo efecto lo llaman auge y esta es la clave.
La sustitución de palabras con contextos positivos o negativos juega un importante papel por el cual existe esta confusión. El efecto riqueza del auge en activos y endeudamiento, sin lugar a dudas empuja al PIB de manera temporal sin siquiera considerarse en muchas ocasiones peligroso, originando en el camino portadas en los medios con un exagerado tono optimista para el futuro, influenciados bajo el actual modelo donde nadie menciona la palabra burbuja y hasta se ridiculiza.
No obstante se empieza a admitir cierto grado de preocupación en el pinchazo, que se caracteriza por la notoria disminución en la tendencia alcista y la afectación de los diferentes sectores que van compensando poco a poco un lento crecimiento (la etapa que actualmente vivimos). Siendo oficialmente reconocidas las burbujas cuando ya han estallado y esparcido sus sus peligrosos efectos en la sociedad.
La extrema fragilidad de la memoria financiera hace que los desastres pasados se olviden rápidamente y que las personas se feliciten a sí mismas por sus supuestos grandes descubrimientos.
De cualquier forma la comunidad financiera y política siempre buscará un factor o personaje distinto a su clase para culpar del hundimiento que originan sus incorrectos modelos económicos.

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